con aguerridas alas,
la voz del ángel
evade tormentas.
Tules de ortigas
cubren su piel,
la sequía de caricias
corteja su duelo.
La infinitud es aguijón
que infecta su recinto,
con el filo del abandono
es huérfana.
En lo profundo de su alma
sumida en el limbo,
agonizando su canto
pronuncia un nombre.
Xenia Mora Rucabado