Eclosiona en eco la flor dormida
del letargo invernal que la ensoñaba,
anhela tocar con sus labios la luna
y beber del elíxir con deleite.
Se viste de perfume y nácar
sale en busca de su ruiseñor.
Baila con la luna ensortijada
para escuchar sus canciones al alba.
Mas el péndulo de la noche gira a contramano,
borrascosos caminos la sobresaltan,
sangran espinas de utopía
y suena la alarma de regreso.
Arden sus pétalos en holocausto,
lívida está con los pies descalzos
y encuentra su sed una copa vacía
en el jardín equivocado.
Xenia Mora Rucabado